Alejandro Magno y el Rey Sustituto

Autor: JOREM

El carácter supersticioso de los antiguos pueblos mesopotámicos estaba muy latente, e impregnaba por completo todos los ámbitos de la sociedad. Los soberanos no estaban exentos a los diferentes presagios y malos augurios que podrían presentarse, por dicho motivo realizaban un ritual que libraba de todo mal a sus monarcas.

El llamado ritual del rey sustituto, consistía en buscar a una persona de bajo origen, (que podría ser un esclavo o prisionero) quien debía sentarse en el trono para receptar el mal que podría recaer sobre el verdadero rey, quedando este a salvo. Este ritual fue utilizado en diversos momentos de la historia de Mesopotamia.

Durante el auge y expansión del imperio de Macedonia con Alejandro Magno a la cabeza, el ritual continuaba realizándose. En el año 323 antes de nuestra era, Alejandro vuelve a Babilonia a pesar de las advertencias de malos presagios que los sacerdotes caldeos le habían hecho llegar si el monarca decidía radicarse en la ciudad.

En el mes de mayo del mismo año, ocurrió un evento que extrañó en demasía a los escritores helenos, quienes nos lo trasmitieron. Estos autores son: Diodoro, Arriano y Plutarco. Quienes a pesar de vivir mucho tiempo después de los acontecimientos, se cree que basaron sus relatos en las fuentes de tres autores contemporáneos a Alejandro. Clitarco, Aristóbulo y muy posiblemente Ptolomeo.

Un día del mes de mayo del 323 antes de nuestra era, Alejandro dejó su trono en Babilonia. Las tres fuentes narran diversos motivos (para hacer ejercicio, recibir un masaje o para inspeccionar tropas) En ese momento, un prisionero fugitivo entró en el palacio, se vistió con el manto, puso en su cabeza la diadema real y se sentó en completo silencio en el trono de Alejandro.

Según Plutarco, al ser descubierto, el prisionero manifestó haber sido liberado por el Dios Marduk. Según las fuentes, Alejandro consultó a varios videntes quienes consideraban este acto como un mal presagio y aconsejaron ejecutar al hombre para que todos los actos predichos recayeran sobre sus hombros.

Evidentemente los autores griegos no comprendieron el suceso, pero es muy probable que la liberación de este prisionero haya sido planificada por el clero de Marduk, quienes tenían el poder de realizarlo. Estando conscientes de los terribles presagios a los que Alejandro se sometía al haber vuelto a Babilonia, buscaron realizar este antiquísimo ritual con la esperanza de evitar alguna tragedia.

A pesar del ritual improvisado, el destino de Alejandro estaba sellado. En junio, luego de llevar varios días enfermo. Alejandro Magno fallecía en Babilonia a los 32 años. Ese día, un astrónomo babilónico escribió en su diario:

El rey murió, las nubes hacían imposible observar los cielos».