Entre las festividades religiosas del calendario babilónico, la más importante era, la del akîtu o Año Nuevo. Esta se celebraba durante doce días en el equinoccio de primavera. Aunque resulta difícil reconstruir en su integridad este festival, sí podemos recomponer a grandes rasgos los momentos cumbres: la recitación del Poema de la Creación, la llegada de la estatua de Nabu, hijo de Marduk, desde la cercana ciudad de Borsippa o la humillación del rey, que después de haber sido abofeteado por el sumo sacerdote, juraba ante Marduk no haber pecado contra Babilonia.